Actualidad, Novedades Institucionales
El descubrimiento de una situación de violencia sexual contra niñes y adolescentes en una familia no es inmediato. En general no ocurre después del primer hecho sino que puede llevar años, o incluso nunca ser descubierto, debido al secreto en el que queda capturada la víctima. La mayoría de las veces quienes descubren esta situación son las madres de les niñes violentades, mujeres que a su vez, están viviendo violencias por motivos de género en la pareja con el padre abusador. Estas son las madres protectoras.
Definimos como madre protectora a aquella que, a partir de la sospecha/descubrimiento/develación de la violencia sexual padecida por sus hijes, aborda la situación desde una posición de creencia; sigue los pasos que el sistema de protección de niñes y adolescentes indica en relación a la evaluación de riesgo y validación de la palabra de les niñes; intenta evitar nuevos episodios y promueve la recuperación de sus hijes.
Las madres son aún hoy consideradas como las responsables principales de la crianza y el cuidado de sus hijes. Este estereotipo y rol social sobre las madres se intensifica en situaciones de violencia sexual contra niñes y adolescentes, considerándolas negligentes, negadoras, cómplices de su ocurrencia. A su vez, esto corre el foco de la responsabilidad del violento, culpabilizando a la mujer por la situación. La realidad es que estas madres no lo saben mientras ocurre y que llegar a saber implica un proceso, ir armando un rompecabezas de señales que van captando y tratan de explicarse. Empieza por vislumbrar una sospecha hasta llegar a la certeza.
Es necesario e imprescindible contextualizar este proceso y recordar que mientras esto sucedió y sucede ellas también han sido y están siendo víctimas de la violencia de la misma persona que violenta sexualmente a sus hijes. Este escenario no coloca a estas mujeres -ni a nadie- en la mejor posición para ver, escuchar, detectar e intervenir ante semejante atrocidad. Sin embargo las madres protectoras, superando este -el peor- contexto, lo hacen.
NO son ellas responsables de la ocurrencia de la violencia sexual sino quien la comete. Focalizar en su falla como “detectoras” implica dejar fuera de la mirada a quien ejerce esta forma de violencia y diluir su responsabilidad.
El recorrido de la sospecha a la certeza no constituye el final del camino para las madres protectoras, tampoco para sus hijes. A partir de este Saber, deberá afrontar los requerimientos del sistema de protección de niñes y adolescentes, en los cuales, se validará o no, formalmente, la ocurrencia de la violencia sexual, y se implementarán las medidas correspondientes (“correspondientes” en el mejor de los casos).
En Shalom Bait acompañamos a estas mujeres que han sido víctimas de violencia en la pareja y que simultáneamente, como madres, protegen a sus hijes que han sido violentados sexualmente por la misma persona. Esta revelación impacta fuerte en el trauma que ya venían viviendo, pasando a ser víctimas ellas también de la violencia sexual hacia sus hijes. Nos enfocamos en la importancia de su rol y lo significativo de su intervención para la protección y recuperación de sus hijes.
El espacio grupal de madres protectoras constituye una red de apoyo fundamental. Nosotras las acompañamos en sus procesos personales, mientras van atravesando los complejos momentos de este camino que han iniciado. En el grupo se sostienen frente a los múltiples y, muchas veces, sorprendentes obstáculos, avatares y requerimientos legales. Ellas comparten sus experiencias y también se acompañan entre sí para fortalecerse, cuidar y seguir protegiendo a sus hijes.
Por Tamara Santoro Neiman, Ester Siegel y Andrea Palacios
Actualidad, Novedades Institucionales
El descubrimiento de una situación de violencia sexual contra niñes y adolescentes en una familia no es inmediato. En general no ocurre después del primer hecho sino que puede llevar años, o incluso nunca ser descubierto, debido al secreto en el que queda capturada la víctima. La mayoría de las veces quienes descubren esta situación son las madres de les niñes violentades, mujeres que a su vez, están viviendo violencias por motivos de género en la pareja con el padre abusador. Estas son las madres protectoras.
Definimos como madre protectora a aquella que, a partir de la sospecha/descubrimiento/develación de la violencia sexual padecida por sus hijes, aborda la situación desde una posición de creencia; sigue los pasos que el sistema de protección de niñes y adolescentes indica en relación a la evaluación de riesgo y validación de la palabra de les niñes; intenta evitar nuevos episodios y promueve la recuperación de sus hijes.
Las madres son aún hoy consideradas como las responsables principales de la crianza y el cuidado de sus hijes. Este estereotipo y rol social sobre las madres se intensifica en situaciones de violencia sexual contra niñes y adolescentes, considerándolas negligentes, negadoras, cómplices de su ocurrencia. A su vez, esto corre el foco de la responsabilidad del violento, culpabilizando a la mujer por la situación. La realidad es que estas madres no lo saben mientras ocurre y que llegar a saber implica un proceso, ir armando un rompecabezas de señales que van captando y tratan de explicarse. Empieza por vislumbrar una sospecha hasta llegar a la certeza.
Es necesario e imprescindible contextualizar este proceso y recordar que mientras esto sucedió y sucede ellas también han sido y están siendo víctimas de la violencia de la misma persona que violenta sexualmente a sus hijes. Este escenario no coloca a estas mujeres -ni a nadie- en la mejor posición para ver, escuchar, detectar e intervenir ante semejante atrocidad. Sin embargo las madres protectoras, superando este -el peor- contexto, lo hacen.
NO son ellas responsables de la ocurrencia de la violencia sexual sino quien la comete. Focalizar en su falla como “detectoras” implica dejar fuera de la mirada a quien ejerce esta forma de violencia y diluir su responsabilidad.
El recorrido de la sospecha a la certeza no constituye el final del camino para las madres protectoras, tampoco para sus hijes. A partir de este Saber, deberá afrontar los requerimientos del sistema de protección de niñes y adolescentes, en los cuales, se validará o no, formalmente, la ocurrencia de la violencia sexual, y se implementarán las medidas correspondientes (“correspondientes” en el mejor de los casos).
En Shalom Bait acompañamos a estas mujeres que han sido víctimas de violencia en la pareja y que simultáneamente, como madres, protegen a sus hijes que han sido violentados sexualmente por la misma persona. Esta revelación impacta fuerte en el trauma que ya venían viviendo, pasando a ser víctimas ellas también de la violencia sexual hacia sus hijes. Nos enfocamos en la importancia de su rol y lo significativo de su intervención para la protección y recuperación de sus hijes.
El espacio grupal de madres protectoras constituye una red de apoyo fundamental. Nosotras las acompañamos en sus procesos personales, mientras van atravesando los complejos momentos de este camino que han iniciado. En el grupo se sostienen frente a los múltiples y, muchas veces, sorprendentes obstáculos, avatares y requerimientos legales. Ellas comparten sus experiencias y también se acompañan entre sí para fortalecerse, cuidar y seguir protegiendo a sus hijes.
Por Tamara Santoro Neiman, Ester Siegel y Andrea Palacios