Shalom Bait, agradece a  Silvina Chemen, Rabina de la Comunidad Bet El de Belgrano (CABA), por permitirnos tan generosamente, compartir algunos pasajes de un artículo de su autoría. 

Nos enorgullece su compromiso y sensibilidad con las víctimas de la violencia de género. Esperamos sea fuente de inspiración para muchxs más. 

El texto bíblico describe con precisión las consecuencias positivas y negativas de cumplir o  apartarse de las leyes.¿De qué leyes hablamos? Las leyes que hablan de vestir al que tiene frío, de abrazar al que está solo, de alimentar al hambriento, las que hablan de justicia, de respeto, de equidad, de la santidad de la vida, de la memoria y de la libertad,  de la construcción del concepto de hermano- que es aquél que vive conmigo, cerca, y de no agobiar, de no angustiar, de no vengar. Las leyes que hablan de amar al otro como a uno mismo. Cuando esto no sucede, las consecuencias son nefastas; se genera una sociedad impía, sádica e impune. El resultado de la decisión de no cumplir con estas leyes  deviene en un panorama desolador, y es tal el pudor, que nos da el leer lo que muchos llaman castigo divino, que yo insisto en llamar consecuencias por profanar la vida, que lo habitual en la lectura pública del texto en la sinagoga es que se lea en voz baja y casi sin respirar para terminarlo rápido, para que nuestros oídos no tengan que soportar la crueldad de las palabras y las imágenes que de éstas surgen.

Hoy me propongo no silenciar “las consecuencias” del abandono de la responsabilidad por el prójimo y el respeto a la vida.

Creo que tanto tiempo se dijo en silencio, que se habilitó cierta naturalización de conductas que someten, ultrajan, humillan, abandonan, violan y matan la dignidad de las personas.

Es hora de volver a ponerle voz y tomar conciencia.

Hace un año nos conmovía la primera  movilización masiva de la sociedad para concientizarnos acerca de la violencia de género y el femicidio, bajo la consigna de NI Una Menos. Este año de nuevo salimos a la calle. Y hoy, estamos igual o peor que entonces. Cada 30 horas muere una mujer por femicidio.

Por lo tanto, lo único que no tenemos que hacer es silenciar la voz para evitar el desagrado. Y sí… nos tenemos que incomodar. Como sociedad, como padres, como jóvenes, como jueces, como políticos, como líderes sociales, educativos y religiosos.

Tenemos que escuchar el texto en voz alta.

Callarse es violencia.El femicidio comienza con el silencio de la familia, de la sociedad, de la policía, de la educación, de la justicia, de la política.

Tenemos que hablar aunque duela.

Y nos tiene que doler el modo en el que muchos hablan o hablamos.

• Cuando la mujer es una cosa.
• Cuando educamos a nuestros hijos estigmatizando el rol de la mujer en la sociedad rebajándola a un mero objeto de consumo.
• Cuando no educamos a nuestras hijas en que no son propiedad de nadie.
• Cuando no reaccionamos como docentes, ante la primera falta de respeto y permitimos la humillación porque es “cultural”.
• Cuando no denunciamos actos de sometimiento.
• Cuando buscamos justificativos a las acciones violentas en contra de otro.
• Cuando aceptamos todo tipo de vínculos- mintiéndonos que son de amor, porque si no, se quedan solas…
• Cuando como padres no nos metemos en las redes de nuestros hijos e hijas púberes a la hora de manejar su imagen y su privacidad.
• Cuando nosotros mismos como padres subimos imágenes de nuestras hijas, ésas que deberían quedar en la privacidad de la familia.
• Cuando no educamos en el respeto y la responsabilidad por mi prójimo, en el compañerismo y la convivencia.

No es cultural, no es de los jóvenes, no es de este tiempo, no es de ciertas clases sociales. No hay superioridades ni inferioridades inherentes al género. El texto bíblico lo advierte.Y muchos viven haciendo oídos sordos, a ese susurro cuidadoso con el que la tradición nos pidió que lo leyéramos.

Es hora de volver a alzar la voz. De no temer al horror del castigo. Ya lo hemos comprobado. No es el cielo el que derrama la ira. Son los actos de injusticia, de desidia, de omisión, es el accionar impune, mafioso y cobarde lo que destruyó la confianza, la calma, y el orgullo de ser una sociedad respetable, respetuosa, y en paz.

Ni una menos. A decirlo en voz alta. Que nadie quede en silencio. Nunca.

Silvina Chemen