Actualidad
Por Isaac Tarica
La palabra “insultar” deriva de la expresión latina in saltare, algo así como saltarle encima al otro. No para abrazarlo ni expresarle afecto, sino como parte de un ataque. No cabe duda entonces, también basándonos en el origen de la palabra, que un insulto es una agresión y es una forma de golpear a la otra persona.
Hay muchos insultos, quizás cientos, pero no todas las personas utilizamos todos. Cada uno tiene, por así decirlo, un arsenal propio de insultos, como una caja de herramientas, y de ahí seleccionamos “el mejor” para cada ocasión. Hay insultos que utilizo muy frecuentemente, hay otros que los reservo para ocasiones especiales y hay otros que ni entran dentro de mi triste y vergonzoso arsenal. Cabe aquí aclarar que no me enorgullece admitir que insulto. Creo firmemente que es una señal de debilidad y falta de respeto por las demás personas y que siempre, inevitablemente, insultar me hace daño también a mí.
Hace más de treinta años que eliminé de mi repertorio un insulto: ¡Mogólico! El día que me di cuenta de que estaba utilizando las características de una persona con una enfermedad para agredir y menospreciar la inteligencia de alguien. Me sentí muy avergonzado y lo saqué de mi caja.
Hace casi 20 años eliminé otro más: ¡Puto! Es muy frecuente que los varones utilicen este insulto para descalificar la masculinidad de otro varón. Ser cobarde, equivocarse, mostrar dudas, no ser tan fuerte como se supone, no animarse a acercarse a una mujer o expresar temor son conductas y actitudes que hacen a un niño u hombre acreedores del insulto y ser calificados de “menos hombres”. La condición de la homosexualidad como un atributo negativo dejó de ser cierta para mí y la utilización de este insulto evidencia un machismo denigrante y bestial.
Hace algunas semanas, después de quedar otra vez atónito frente a los últimos femicidios, que hablan de lo peor de los seres humanos, decidí empezar una campaña en mí: saco de mi repertorio al Hijo de Puta.
Un ladrón, un corrupto, un violador serial, un asesino, un genocida, un adversario deportivo, un árbitro de futbol, un chofer irrespetuoso reciben en nuestra sociedad el mismo calificativo. Todos son lo que son, su maldad y sus peores aspectos están explicados en lo que es su madre. Otra vez las mujeres, ¡las culpables de casi todos los males del mundo! Es decir que como ellas son personas “inmorales”, que son prostituidas por dinero o por lo que sea, han educado hijos e hijas de la peor calaña, que pueden violar a una niña, asesinar a la madre de sus hijos o masacrar a un pueblo entero. ¡Hijo de Violador! ¡Hijo de Genocida! ¡Hijo de Corrupto! Nadie los usa y son insultos que deberían sonar mucho peores. El dominio de los varones en este planeta está también instalado en la forma en que nos insultamos.
Estoy seguro de que el mundo, mi país y mi barrio andarían mejor si dejáramos de insultar. Pero ante la dificultad de que esto se concrete en lo inmediato, comienzo una campaña, primero conmigo mismo: no digo más Hijo de Puta. No voy a permitirme caer otra vez (voy a tratar) en la trampa que me tendió el machismo asesino. No voy a culpar a las madres de la maldad y la crueldad de las personas, no voy a adjudicar a las mujeres que son prostituidas la responsabilidad de todo lo peor que pasa en este mundo, más bien es al revés, estas mujeres son víctimas de la barbarie y la dominación masculina.
Es cierto que las madres y los padres somos en parte responsables de las conductas y las formas en que nuestras hijas e hijos se conducen en la vida, pero las personas tenemos la maravillosa capacidad de decidir qué hacemos y qué decimos. Un adulto se define por la total responsabilidad de sus actos. De mis actos soy yo el responsable.
Las palabras son muy importantes. Son el instrumento más poderoso para transmitir valores y expresar ideas, alguna persona me dirá: “No exageres, es solo una forma de decirlo”. Y yo le contesto: es cierto, la forma sin dudas hace al contenido, por eso es imprescindible estar atento a las formas.
No sé cuánto me va a llevar, no sé cuántas veces se me va a escapar, lo que ya me ocurre es que me da vergüenza decirlo y aun oírlo. Voy a lograrlo.
Este texto es una declaración, un manifiesto, yo voy a suprimir esta vergüenza de mi vida y los invito y las invito a sumarse a mi campaña.
Ni un Hijo de Puta más.
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Recibe denuncias de violencia doméstica las 24 hs.
Dirección: Lavalle 1250.
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