Actualidad
Por Paula Iudica
“Lo personal es político”. Con este lema las mujeres de la segunda ola del feminismo de los años 60 le decían al mundo que lo que ocurre dentro de un hogar no es algo privado, ni aislado, ni particular, sino que responde a una determinada estructura social y política, una que históricamente ha limitado la libertad de las mujeres. No hay dudas de que desde ese momento hasta ahora hemos avanzado. Hoy en día, en la teoría (para la práctica falta mucho), ya nadie considera la violencia de género como un problema “personal”, “privado”, o “de pareja” y se ha tomado conciencia sobre las graves consecuencias en la vida de las mujeres y las de sus hijas e hijos.
Sin embargo, existen aún asuntos que son considerados privados y en los que no solemos involucrarnos, de los que no hablamos, y aunque incomode, es tiempo de hacerlo. La violencia económica y patrimonial es una de las tantas formas en que se ejerce la violencia hacia la mujer. El control y el sometimiento a través del dinero es algo muy frecuente. Es difícil identificarlo, suele ser invisible, porque muchas de estas formas de maltrato están naturalizadas en nuestra sociedad. Que el hombre sea el proveedor económico del hogar, que las mujeres abandonen estudios o trabajo al momento de casarse o tener hijas/os, que la mujer gane menos o trabaje menos horas… ¿Nos suenan familiares estas situaciones? Seguramente sí.
En definitiva, estamos hablando de la dependencia económica de la mujer. ¿Cómo tomar decisiones libremente si no tenemos autonomía económica?
Los ejemplos de este tipo de violencia son infinitos: Que el hombre controle todos los ingresos del hogar, que administre los ingresos de su pareja, que provea el dinero en pequeños montos únicamente para los gastos cotidianos de subsistencia, que le pida los comprobantes para controlar las compras, que tome todas las decisiones financieras, que la mujer deba “pedirle permiso” para determinados gastos, que los bienes estén a nombre de él únicamente y que la mujer no sepa de su existencia o cuánto dinero se maneja en el hogar… No pagar la cuota alimentaria, no permitirle a la mujer que trabaje fuera de la casa, desvalorizar el trabajo que hace la mujer en el hogar y considerar que todo le pertenece por haber generado los ingresos, o amenazar a la mujer con “quitarle todo” si decide separarse.
A veces, ni siquiera hacen faltan las amenazas. El simple hecho de saber que no se cuenta con recursos propios, puede ser suficiente para no irse.
Resulta imposible no mencionar la desigualdad en el mercado laboral, la desigual distribución de las tareas domésticas y de cuidados (las mujeres en promedio dedican 6,4 horas diarias a este tipo de tareas, lo que a su vez les impide dedicar estas horas a la formación o a más horas de trabajo) y lo que se denomina la feminización de la pobreza: de cada 10 personas que sufren la mayor marginalidad económica y social, 7 son mujeres.
La violencia económica refuerza las relaciones asimétricas y la sumisión de las mujeres que dependen económicamente de los hombres. En muchos casos las mujeres que la padecen son también víctimas de otros tipos de violencia como la física, psicológica y/o sexual.
La falta de recursos propios o de libertad para utilizarlos representa una enorme traba al momento de buscar ayuda y de alejarse del maltratador, sumando las amenazas de quedarse sin hogar y sin dinero, en la mayoría de las veces con hijas/os y/u otros familiares a cargo.
El mandato patriarcal de la “buena esposa” y de “buena madre” responsable de preservar la unidad familiar es un elemento más de la interminable lista de dificultades que encuentran para alejarse de la situación de maltrato que atraviesan.
¿Cuáles son las alternativas? La Ciudad de Buenos Aires cuenta con 1 solo refugio para mujeres víctimas de violencia de género. Demás está decir que no todas las mujeres cuentan con un familiar o una amiga/o que pueda o quiera recibirlas, a ellas y a sus hijas/os.
Estamos a pocos días del Paro Internacional de Mujeres, en el marco del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, y sobran los motivos para participar. Las políticas públicas para erradicar la violencia de género deben tener en cuenta la esfera económica .Son nuestras vidas las que están en juego, y deben ser vistas de forma integral. Es necesario seguir cuestionandonos nuestro presente e involucrarnos en él para construir un futuro igualitario. Si no es a mí, es probable que le esté pasando a una amiga, familiar, vecina, compañera, conocida, empleada. No podemos mirar hacia otro lado.
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Por Paula Iudica
“Lo personal es político”. Con este lema las mujeres de la segunda ola del feminismo de los años 60 le decían al mundo que lo que ocurre dentro de un hogar no es algo privado, ni aislado, ni particular, sino que responde a una determinada estructura social y política, una que históricamente ha limitado la libertad de las mujeres. No hay dudas de que desde ese momento hasta ahora hemos avanzado. Hoy en día, en la teoría (para la práctica falta mucho), ya nadie considera la violencia de género como un problema “personal”, “privado”, o “de pareja” y se ha tomado conciencia sobre las graves consecuencias en la vida de las mujeres y las de sus hijas e hijos.
Sin embargo, existen aún asuntos que son considerados privados y en los que no solemos involucrarnos, de los que no hablamos, y aunque incomode, es tiempo de hacerlo. La violencia económica y patrimonial es una de las tantas formas en que se ejerce la violencia hacia la mujer. El control y el sometimiento a través del dinero es algo muy frecuente. Es difícil identificarlo, suele ser invisible, porque muchas de estas formas de maltrato están naturalizadas en nuestra sociedad. Que el hombre sea el proveedor económico del hogar, que las mujeres abandonen estudios o trabajo al momento de casarse o tener hijas/os, que la mujer gane menos o trabaje menos horas… ¿Nos suenan familiares estas situaciones? Seguramente sí.
En definitiva, estamos hablando de la dependencia económica de la mujer. ¿Cómo tomar decisiones libremente si no tenemos autonomía económica?
Los ejemplos de este tipo de violencia son infinitos: Que el hombre controle todos los ingresos del hogar, que administre los ingresos de su pareja, que provea el dinero en pequeños montos únicamente para los gastos cotidianos de subsistencia, que le pida los comprobantes para controlar las compras, que tome todas las decisiones financieras, que la mujer deba “pedirle permiso” para determinados gastos, que los bienes estén a nombre de él únicamente y que la mujer no sepa de su existencia o cuánto dinero se maneja en el hogar… No pagar la cuota alimentaria, no permitirle a la mujer que trabaje fuera de la casa, desvalorizar el trabajo que hace la mujer en el hogar y considerar que todo le pertenece por haber generado los ingresos, o amenazar a la mujer con “quitarle todo” si decide separarse.
A veces, ni siquiera hacen faltan las amenazas. El simple hecho de saber que no se cuenta con recursos propios, puede ser suficiente para no irse.
Resulta imposible no mencionar la desigualdad en el mercado laboral, la desigual distribución de las tareas domésticas y de cuidados (las mujeres en promedio dedican 6,4 horas diarias a este tipo de tareas, lo que a su vez les impide dedicar estas horas a la formación o a más horas de trabajo) y lo que se denomina la feminización de la pobreza: de cada 10 personas que sufren la mayor marginalidad económica y social, 7 son mujeres.
La violencia económica refuerza las relaciones asimétricas y la sumisión de las mujeres que dependen económicamente de los hombres. En muchos casos las mujeres que la padecen son también víctimas de otros tipos de violencia como la física, psicológica y/o sexual.
La falta de recursos propios o de libertad para utilizarlos representa una enorme traba al momento de buscar ayuda y de alejarse del maltratador, sumando las amenazas de quedarse sin hogar y sin dinero, en la mayoría de las veces con hijas/os y/u otros familiares a cargo.
El mandato patriarcal de la “buena esposa” y de “buena madre” responsable de preservar la unidad familiar es un elemento más de la interminable lista de dificultades que encuentran para alejarse de la situación de maltrato que atraviesan.
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Asesoramiento, orientación, información y contención a mujeres víctimas de violencia.
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Atención y orientación a víctimas de violencia. Realiza intervenciones domiciliarias con un equipo móvil en situaciones de urgencia y acompañamiento en la realización de denuncias.
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Información y derivaciones en situaciones de maltrato y abuso sexual a Niñas, Niños y Adolescentes.
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Recibe denuncias de violencia doméstica las 24 hs.
Dirección: Lavalle 1250.
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